viernes, 18 de enero de 2013


PINTURA - "MEDIO ORIENTE" -

"Medio Oriente" - Acrílico sobre madera - 
La foto realmente no es buena. El cuadro es hermoso.



MEDIO ORIENTE  (J E R U S A L E M)


Iba bajando por las escaleras de piedra,
prisionera por el barullo que me rodeaba,
y enrejaba sin pena.
Iba casi saltando sobre los siglos
que a mis pies se rendían.
Y a lo lejos, ¡tan lejos!
estaba el Muro.
Me esperaba.

Y fui con los bolsillos llenos de anhelos
y suspiros escritos.
Y cuando me dí cuenta,
tuve el alma llena de gritos.
Aún ahí, se cometía la injusticia
de separar los sexos.
Aún ahí, ante el Muro Sagrado,
era fuerte la ignorancia.

Y fui como impulsada
por el ansia de Justicia
hacia las paredes santas.
Creando vientos y tormentas
al ser mujer, y sentirme discriminada.
De repente, todo se paró.
Se detuvo el viento
y la lluvia quedó a medio camino,
entre la tierra y el cielo
sin decidirse a caer.

Y todo aquello que pensé importante
se disolvió en el aire dorado
con aroma a Pasado.
Y vino la paz.
La sentí como un bálsamo,
como Madre acariciando cada átomo
suave, suave...
Y mi corazón se calmó al ritmo de un vientre
cálido y blando.
Y fui caminando,
acercándome más y más
hacia esas paredes
que aguardaban pacientes,
en medio de un Silencio
blanco y sordo
que me llamaba,
único.
Fui flotando, y mis pies no rozaron el suelo.
Tenía las manos quietas.
Y todo mi cuerpo sintió la fuerza mágica,
magnética, de lo sacro.
Mi Ser fue atraído como un imán hacia la pared.
Quedé pegada rápidamente, y, entonces,
hubo un antes y un después.
Y nada fue igual, nada.

Al tocar esa pared con las palmas y mi frente,
no me fue posible salir.
Se creó un puente de Luz entre Él y yo.
Y dejé de existir junto al Mundo.
Ya no hizo falta el tiempo,
y la noción del espacio
perdí por completo.
Y sólo existió esa Luz
entre el Altísimo y yo.

Nada más, nadie más.
No hizo falta nada más.
La comunión fue completa, total.
La entrega absoluta.
Todo se esfumó de la mente,
mi vida anterior, la identidad,
nada quedó.

¿Cuándo fue el momento
que despertó en mí, un pequeño aviso?
No lo sé.
Sólo que fue, al promediar el día.
Cuando suavizó su radiación la luz externa,
al salir muy tímida, la primera estrella.
Cuando se limpiaron mis culpas por completo,
en las aguas purísimas, del verdadero Amor.
Al pedir perdón y ser al instante concedido.
Al darme cuenta de cuánto Amor me rodea,
del Amor que nos crea, del que somos.
Al saber que siempre estamos protegidos,
amparados y amados,
fue que pude despegarme y volver...


Mi viaje a Israel con mi esposo e hijos fue alucinante por decir una palabra y me quedo corta.  Alquilamos un coche y recorrimos  Israel de punta a punta (es tan pequeño su territorio que se puede hacer casi en un día). Jamás, olvidaré la impresión que tuve al llegar a Jerusalém  al amanecer. Era pleno  invierno y la luz translúcida que pintaba las casitas, las montañas, los techados antiguos, parecía mágica. Jerusalén  destellaba como una joya única, jamás vista, jamás mancillada.
Quedé con la boca abierta. Sinceramente, tanta belleza transmitía a mi corazón que éste se  sentía como al entrar humildemente a un gran Templo Sagrado. Tardé en reaccionar.  El viaje  anterior, había sido tan distinto que no podía entender qué había sucedido. Nos dirigimos al  hotel y dejamos nuestras valijas en las habitaciones. Fue un día de recorridas, sorpresas y deleite.

Disfrutamos mucho, y todos nosotros estábamos encantados de encontrarnos en ese lugar. A la mañana siguiente, habíamos decidido ir antes que nada,  al Muro de los Lamentos. Hacía mucho frío, y la nieve caía blanda sobre nosotros, acariciándonos levemente. Nos encontramos  arriba de una explanada, miré hacia el famoso muro.  No me pareció, a primera vista, nada  singular, sólo muy antiguo. Estaba vestida como un oso polar, tenía un saco blanco con pelitos,  capucha, guantes, pantalón grueso y botas. Toqué ambos bolsillos del saco para comprobar  que llevaba todos los pedidos de mis amistades, ya que se asegura que colocando un papelito  con un deseo en cada uno de los intersticios del muro, estos se cumplen y estaban bien llenos,  comencé a bajar las escalinatas junto a mi familia. Iba con ellos, cuando de improviso caigo  en la cuenta de que ¡una vez más! los religiosos se salieron con la suya. No era suficiente para  ellos con relegar a las mujeres en el Templo; ahí también estaban, separadas por un muro  invisible que cortaba por el medio al gran Muro. Del lado izquierdo, los hombres; del  derecho, las mujeres.
 No podía creer lo que veía, estaba con mucha rabia y se lo hice saber a mi familia ¿así que teníamos que separarnos como si fuésemos extraños?  En fin, una vez que lo  manifesté, marché con pasos bien fuertes, impulsada por la ira que sentía ante tanta  ignorancia. Ellos desde ya, fueron por su lado. Iba caminando de esa forma, bastante  furiosa y mientras pensé: -  cuántos metros tenía la explanada!, era mayor de  lo que se  veía desde arriba.

 Como a mitad del camino, comencé a sentir una paz que me envolvía con sus alas, me dije a mí misma que era extraño pasar de la emoción que tenía al llegar, a esa quietud y silencio que se iba profundizando en la medida que me acercaba al Muro. Sin embargo,  así era, se fue acentuando más y cuando estuve apenas a dos centímetros de la pared, cerré los ojos. La toqué y me transporté en el acto hacia arriba, hacia una Luz, hacia  "La Luz". Había una fuerza magnética que me arrolló, pasó por dentro y por fuera de mí  y, luego, me elevó. Perdí absolutamente la noción del tiempo y el espacio. Sólo existía la "Gran Luz" y yo siendo "Un sólo Ser". ¿Cómo iba a recordar entonces otra cosa?  Sólo eso, "Era". No existía, ni existió jamás otra cosa. Era lo mismo, "Ella y Yo y Todo".  Ignoro el tiempo que me mantuve así, ninguna otra cosa tenía la menor importancia. Pudieron fácilmente pasar horas…. Sentí que me habían dado vuelta como a una media. No era la misma, jamás podría volver a serlo.

Cuando al fin me separé, pude  retornar y emprendí el camino de regreso hacia el lugar de partida. Vi a lo lejos a mis  hijos, a mi esposo; me miraban con una expresión tan extraña en sus ojos, como si no  me reconocieran. Llegué junto a ellos y nos miramos; sentí que sabían que no era la misma  mamá, ni la misma esposa. Solo los miré, me encontraba en un espacio distinto al de ellos,  y nos dábamos cuenta, pero no podía hacer nada para modificarlo. Luego de un rato,  nos abrazamos, y me di cuenta por el sol, que habían pasado muchas horas. Para mí, era  lo mismo, que fueran horas o segundos. A partir de ese momento, me mantuve en  "estado de gracia" durante mucho, mucho tiempo.

A partir de ese momento, tomaba  los sucesos de una manera diferente, era conciente todo el tiempo de mi Verdadera  Condición y veía a los humanos, luchar y pelear, llorar y soñar y observaba todo desde  un lugar objetivo, todo estaba como debía ser. Vivía en un estado de calma permanente  y cuando hablaba era desde otro lugar, que no era la mente. No tenía pensamientos,  permanecía relajada pero alerta, despierta en mi Consciencia expandida, diferente a  todos. Sentía mucha comprensión y amor por la humanidad, y todos eran iguales, y  cada uno digno de ser amado por el simple hecho de ser. Comprendí tantas cosas desde  ese lugar...!

Perteneciente a uno de mis libros.

No hay comentarios:

Publicar un comentario