PINTURA - "MEDIO ORIENTE" -
MEDIO ORIENTE (J E R U S A L E M)
Iba bajando por las
escaleras de piedra,
prisionera por el barullo
que me rodeaba,
y enrejaba sin pena.
Iba casi saltando sobre los
siglos
que a mis pies se rendían.
Y a lo lejos, ¡tan lejos!
estaba el Muro.
Me esperaba.
Y fui con los bolsillos
llenos de anhelos
y suspiros escritos.
Y cuando me dí cuenta,
tuve el alma llena de
gritos.
Aún ahí, se cometía la
injusticia
de separar los sexos.
Aún ahí, ante el Muro
Sagrado,
era fuerte la ignorancia.
Y fui como impulsada
por el ansia de Justicia
hacia las paredes santas.
Creando vientos y tormentas
al ser mujer, y sentirme
discriminada.
De repente, todo se paró.
Se detuvo el viento
y la lluvia quedó a medio
camino,
entre la tierra y el cielo
sin decidirse a caer.
Y todo aquello que pensé
importante
se disolvió en el aire
dorado
con aroma a Pasado.
Y vino la paz.
La sentí como un bálsamo,
como Madre acariciando cada átomo
suave, suave...
Y mi corazón se calmó al
ritmo de un vientre
cálido y blando.
Y fui caminando,
acercándome más y más
hacia esas paredes
que aguardaban pacientes,
en medio de un Silencio
blanco y sordo
que me llamaba,
único.
Fui flotando, y mis pies no
rozaron el suelo.
Tenía las manos quietas.
Y todo mi cuerpo sintió la
fuerza mágica,
magnética, de lo sacro.
Mi Ser fue atraído como un
imán hacia la pared.
Quedé pegada rápidamente,
y, entonces,
hubo un antes y un después.
Y nada fue igual, nada.
Al tocar esa pared con las
palmas y mi frente,
no me fue posible salir.
Se creó un puente de Luz
entre Él y yo.
Y dejé de existir junto al
Mundo.
Ya no hizo falta el tiempo,
y la noción del espacio
perdí por completo.
Y sólo existió esa Luz
entre el Altísimo y yo.
Nada más, nadie más.
No hizo falta nada más.
La comunión fue completa,
total.
La entrega absoluta.
Todo se esfumó de la mente,
mi vida anterior, la
identidad,
nada quedó.
¿Cuándo fue el momento
que despertó en mí, un
pequeño aviso?
No lo sé.
Sólo que fue, al promediar
el día.
Cuando suavizó su radiación
la luz externa,
al salir muy tímida, la
primera estrella.
Cuando se limpiaron mis
culpas por completo,
en las aguas purísimas, del
verdadero Amor.
Al pedir perdón y ser al
instante concedido.
Al darme cuenta de cuánto
Amor me rodea,
del Amor que nos crea, del
que somos.
Al saber que siempre
estamos protegidos,
amparados y amados,
fue que pude despegarme y
volver...
Mi viaje a Israel con mi
esposo e hijos fue alucinante por decir una palabra y me quedo corta. Alquilamos un coche y recorrimos Israel de punta a punta (es tan pequeño su
territorio que se puede hacer casi en un día). Jamás, olvidaré la impresión que
tuve al llegar a Jerusalém al amanecer.
Era pleno invierno y la luz translúcida
que pintaba las casitas, las montañas, los techados antiguos, parecía mágica.
Jerusalén destellaba como una joya
única, jamás vista, jamás mancillada.
Quedé con la boca abierta.
Sinceramente, tanta belleza transmitía a mi corazón que éste se sentía como al entrar humildemente a un gran
Templo Sagrado. Tardé en reaccionar. El viaje anterior, había sido tan distinto que no
podía entender qué había sucedido. Nos dirigimos al hotel y dejamos nuestras valijas en las
habitaciones. Fue un día de recorridas, sorpresas y deleite.
Disfrutamos mucho, y todos
nosotros estábamos encantados de encontrarnos en ese lugar. A la mañana
siguiente, habíamos decidido ir antes que nada,
al Muro de los Lamentos. Hacía mucho frío, y la nieve caía blanda sobre
nosotros, acariciándonos levemente. Nos encontramos arriba de una explanada, miré hacia el famoso
muro. No me pareció, a primera vista,
nada singular, sólo muy antiguo. Estaba
vestida como un oso polar, tenía un saco blanco con pelitos, capucha, guantes, pantalón grueso y botas.
Toqué ambos bolsillos del saco para comprobar
que llevaba todos los pedidos de mis amistades, ya que se asegura que
colocando un papelito con un deseo en
cada uno de los intersticios del muro, estos se cumplen y estaban bien
llenos, comencé a bajar las escalinatas
junto a mi familia. Iba con ellos, cuando de improviso caigo en la cuenta de que ¡una vez más! los
religiosos se salieron con la suya. No era suficiente para ellos con relegar a las mujeres en el Templo;
ahí también estaban, separadas por un muro
invisible que cortaba por el medio al gran Muro. Del lado izquierdo, los
hombres; del derecho, las mujeres.
No podía creer lo que veía, estaba con mucha
rabia y se lo hice saber a mi familia ¿así que teníamos que separarnos como si
fuésemos extraños? En fin, una vez que
lo manifesté, marché con pasos bien
fuertes, impulsada por la ira que sentía ante tanta ignorancia. Ellos desde ya, fueron por su
lado. Iba caminando de esa forma, bastante
furiosa y mientras pensé: - cuántos
metros tenía la explanada!, era mayor de
lo que se veía desde arriba.
Como a mitad del camino, comencé a sentir una
paz que me envolvía con sus alas, me dije a mí misma que era extraño pasar de
la emoción que tenía al llegar, a esa quietud y silencio que se iba
profundizando en la medida que me acercaba al Muro. Sin embargo, así era, se fue acentuando más y cuando
estuve apenas a dos centímetros de la pared, cerré los ojos. La toqué y me
transporté en el acto hacia arriba, hacia una Luz, hacia "La Luz". Había una fuerza
magnética que me arrolló, pasó por dentro y por fuera de mí y, luego, me elevó. Perdí absolutamente la
noción del tiempo y el espacio. Sólo existía la "Gran Luz" y yo
siendo "Un sólo Ser". ¿Cómo iba a recordar entonces otra cosa? Sólo eso, "Era". No existía, ni
existió jamás otra cosa. Era lo mismo, "Ella y Yo y Todo". Ignoro el tiempo que me mantuve así, ninguna
otra cosa tenía la menor importancia. Pudieron fácilmente pasar horas…. Sentí
que me habían dado vuelta como a una media. No era la misma, jamás podría
volver a serlo.
Cuando al fin me separé,
pude retornar y emprendí el camino de
regreso hacia el lugar de partida. Vi a lo lejos a mis hijos, a mi esposo; me miraban con una
expresión tan extraña en sus ojos, como si no
me reconocieran. Llegué junto a ellos y nos miramos; sentí que sabían
que no era la misma mamá, ni la misma
esposa. Solo los miré, me encontraba en un espacio distinto al de ellos, y nos dábamos cuenta, pero no podía hacer
nada para modificarlo. Luego de un rato,
nos abrazamos, y me di cuenta por el sol, que habían pasado muchas
horas. Para mí, era lo mismo, que fueran
horas o segundos. A partir de ese momento, me mantuve en "estado de gracia" durante mucho,
mucho tiempo.
A partir de ese momento,
tomaba los sucesos de una manera
diferente, era conciente todo el tiempo de mi Verdadera Condición y veía a los humanos, luchar y
pelear, llorar y soñar y observaba todo desde
un lugar objetivo, todo estaba como debía ser. Vivía en un estado de
calma permanente y cuando hablaba era
desde otro lugar, que no era la mente. No tenía pensamientos, permanecía relajada pero alerta, despierta en
mi Consciencia expandida, diferente a
todos. Sentía mucha comprensión y amor por la humanidad, y todos eran
iguales, y cada uno digno de ser amado
por el simple hecho de ser. Comprendí tantas cosas desde ese lugar...!
Perteneciente a uno de mis libros.
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