"UN DÍA SINGULAR"
La noche anterior lo había “escuchado”. Era un silencio profundo, un silencio blanco, sin el menor eco o resonancia de nada. Aunque ella estaba muy ocupada leyendo su libro antes de ir a dormir, y poco después, sencillamente olvidó el asunto.
A la mañana siguiente, se asomó al balcón de su casa. Vivía en un apartamento en el piso décimo. Salió a su balcón para respirar un poco de aire puro y quedó asombrada al no ver a nadie. La calle que alcanzaba a ver, se encontraba vacía. Ninguna persona, ni perro, nada ni nadie. Miró hacia arriba, al cielo, pero tampoco vio planear ningún pájaro. Las palomas de la vecindad estaban calladas. Pensó si era Domingo, ése día suele ser muy tranquilo, pero no, era Martes...
De pronto algo que vio a lo lejos la animó; era como una sombra fugaz, se acercó más a la baranda y se dio cuenta que se trataba de unas hojas que el viento hacía volar.
Un tanto desanimada retornó a la sala de su hogar. Prendió la radio, encendió el televisor, más tarde la computadora. Había luz, pero no mostraba ninguna imagen, no se escuchaba música, la computadora estaba en blanco, vacía. Era realmente más que extraño. Se preguntó si estaba soñando mientras levantaba la vista para mirarse en el espejo de su habitación. Bah, mirar es un decir porque no había nada, no vio imagen alguna. Se acercó al mismo con el corazón muy acelerado aunque sin escuchar sus latidos. Trató de verse sin ningún resultado y eso la tornó decididamente asustada. Era un espejo grande de pie. Gritó sin voz, o al menos tampoco la oyó. Temblando se aproximó al espejo y en un arranque de impotencia y furia, lo golpeó y arañó. De pronto vio su brazo y mano desaparecer en él. Eso simplemente no podía ser...Trató de encontrar el miembro con su otra mano, no pudo, y miró cómo se esfumaba también. De pronto se encontró sin brazos ni manos. Desesperada lo pateó y fue el final para su pierna...
La casa fue vendida. Los muebles eran viejos y la gente no los quiso. El espejo fue a parar a una tienda. A veces hay clientas que van a probarse ropa, y nunca más se las vuelve a ver. La dueña del negocio jamás se enteró lo que sucedía, simplemente llegó a pensar que en estos tiempos andan tan apuradas, que al irse olvidan de saludar.
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