EL APARTAMENTO
Cuando Ema decidió alquilar el apartamento, se encendió débilmente una voz de alarma dentro suyo, pero no hizo caso. A veces tenía esos presentimientos y pese a saber que si los ignoraba algo poco grato o directamente terrible le sucedía, prosiguió como si tal cosa con el papelerío. Es que le gustó tanto...era luminoso, silencioso, fresco, todo lo que le gustaba. Además quedaba cerca de su trabajo de oficina, y el alquiler era un regalo, entonces ¿qué más?
Mudó todas las cosas en varios viajes. Su matrimonio había fracasado y ya no existía nada capaz de arreglarlo. Ella necesitaba tener hijos y a Federico poco le importaba menos. Lo curioso es que jamás en sus tres años de noviazgo habían comentado este tema tan crucial. Abogó por tenerlos lo mejor que pudo, consultaron psicólogos de pareja sin llegar a una solución. Federico quería ser un pájaro libre, bien que le había costado casarse, pero jamás imaginó el rechazo absoluto y sin vuelta atrás, de él.
De todas maneras ella era joven, y se ilusionó pensando en que la vida le traería otro amor. La noche en que terminó la mudanza, lo celebró sola con una pequeña botella de champagne. Estaba contenta consigo misma, aunque la separación tiñera de tristeza el momento. Recorrió el apartamento y una vez más, le encantó lo que vio. Tal vez no era tan grande, ni tan nuevo o lujoso, claro que había mejores, pero era su primer apartamento para vivir sola. Había dejado la casa de sus padres a fin de casarse. Mientras pensaba en eso, sentada en la única silla que tenía hasta el momento, las luces del día se fueron escurriendo y lentamente la noche las absorbió tomando posesión de ellas.
Al principio creyó que era su cabeza, simplemente no lo relacionó con un sonido fuera de ella misma. Era tan débil y vago, apenas una vocesilla casi anémica llamándola. Pero no era a ella a quien llamaba, era a su mamá.
Dejó la mente en silencio absoluto, necesitaba darse cuenta si provenía de su propio pensamiento. Incluso sostuvo su respiración por unos momentos. Pasó un minuto, luego dos, nada. Suspiró aliviada. Evidentemente le había parecido, tal vez fue el viento que se había levantado o alguna criatura de los vecinos. Se levantó para prepararse un bocado, ya era tarde y tenía apetito.
Fue en la cocina cuando sucedió. Al mirar por la ventana vio en el reflejo, un par de ojos clavados en ella, de una niña de largos cabellos rubios. De inmediato se dio vuelta con el corazón latiendo violentamente, y no vio nada. Buscó a la chica por toda la casa sin resultado. No podía ser su imaginación, eso directamente no era posible, siempre se consideró una persona altamente racional, entonces ¿cómo explicar lo acontecido?
Esa noche durmió con una mezcla de sentimientos encontrados, por un lado se sentía feliz con la mudanza, pero por otro, notaba un desasosiego que en los días posteriores iba a ir en aumento.
La cantidad de veces que le pareció escuchar quedamente a la niña sollozando, llamando a su mamá con su pequeña voz lastimera, y las veces en que al probarse ropa y mirarse en el espejo la veía observándola atentamente, fueron incontables. Claro que al darse vuelta, desaparecía como por encanto. Comenzó a llamarla, pero cuando lo hizo, jamás apareció.
Entonces decidió tomar el toro por las astas y comenzó por preguntar al encargado del edificio qué había pasado en el apartamento. El hombre bien parco, dijo que nada. Al mes se topó con su vecina de piso y en el ascensor que las llevaba, la consultó explicándole el porqué de su demanda. La mujer se abatató, evidentemente el relato de Ema le había llegado internamente.
Le pidió que fuera a su casa para conversar más tranquilas. Al tocar el timbre le abrió de inmediato, echando una mirada de temor hacia la puerta de Ema. La hizo pasar y ella se sorprendió al encontrar pese a ser todos los apartamentos iguales, un gran cambio entre cada uno - quizás por los muebles o la decoración - que hacía que lucieran bien diferentes.
Su vecina dijo llamarse Anabel y la invitó a sentarse en la salita. Mientras la cafetera emitía el sonido del agua borboteando, ellas comenzaron su charla. Anabel le explicó que en ese apartamento que alquiló, vivió durante varios años un matrimonio muy unido y la llegada de una nena fue la culminación de ese amor. Los padres la adoraban, era una chiquilla graciosa y encantadora. Al cumplir cuatro años, la nena tuvo una muerte súbita causada por Neumonía, un acontecimiento terrible que llevó más tarde a la madre a una depresión tan grande que tuvo que ser internada. El marido de pronto quedó solo y se retiró a vivir hacia el sur del país.
Ema consternada, sólo atinó a preguntar si la chiquita había fallecido en el hospital. La vecina le explicó que apenas habían tenido tiempo de consultar telefónicamente a un médico, por lo que había muerto en el apartamento.
Se retiró agradeciéndole la información, mientras se retaba internamente por no haber hecho caso a su intuición una vez más. Si algo le decía que andaba mal ¿porqué no atendió ese aviso? Ahora estaba condenada a vivir ahí al menos un año o perder todo, el depósito, el contrato y hasta el garante, que no querría volver a realizar todas las gestiones del caso.
Durante el día, Ema se encontraba de alguna manera más tranquila que de noche. Era durante las horas del crepúsculo que comenzaba el sonido de un llanto “casi” silencioso, mas no del todo. Y adentrada la noche, podía escuchar con claridad la eterna voz de la criatura llamando a su madre.
Ése sonido le llegaba profundamente, y el instinto de madre surgía con fuerza, poderoso, incitándola cada vez más a expresarlo, sentía deseos de abrazarla con toda la ternura en sus brazos, de acunarla, de hacerle saber que ya no estaba sola, que podía ser su mamá...
Sufría mucho por ella, porque se encontraba impotente. Comenzó a hablarle, a explicarle la situación, aún pensando en que sería bastante difícil que comprendiese.
Sin embargo un cierto temor ancestral, la motivaba a huir de las superficies espejadas. Era consciente que entre esa miríada de reflejos imprecisos, brotaría nítida la cara de la niña, mirándola con esos enormes ojos claros.
Una noche soñó con ella. Estaban en un gran parque, debía ser otoño, quizás más cerca del invierno, porque no estaba alfombrado con ese manto de hojas rojas en llamaradas. Sí, definitivamente era invierno, hacía frío y todo el paisaje transmitía una enorme desolación. Pero ellas se encontraban bien pese a todo, al fin estaban juntas, y jugaban, y reían.
Podían entenderse perfectamente; fue en esos momentos cuando Ema pudo explicarle lo sucedido con sus padres. La chiquita quedó en silencio, entonces Ema la abrazó contra su pecho dulce, llena de cariño, aspirando el perfume de sus cabellos. Más tarde, recorriendo el parque, la niña encontró una flor blanca muy hermosa, que estaba solitaria, de una fragancia delicada, y se la obsequió con una sonrisa en la que brillaba una serena comprensión. Luego comenzaron a bailar y a cantar varias canciones infantiles, en medio de cosquillas y risas. Las dos disfrutaron mucho del paseo que demostró ser sanador en un amplio sentido.
Sonó el despertador. Al levantarse con el corazón expandido, colmado de gratas emociones, encontró perfumando su almohada una flor bella y blanca.
La pequeña voz, el llanto, y la imagen de la criatura, se esfumaron para siempre.
Es de mi libro: "Historias de fantasmas y fantasmitas" Amazon.com - Amazon.es
El propósito del presente Blog, es mostrar lo que realizo en pintura, artesanías, poesía y prosa. Más adelante, es probable que suba videos a fin de enseñarles otras cosas que expreso dentro del arte. Me encantaría saber que les agrada. Necesito recomendar fervorosamente un libro que leí, se llama: "Íntimo Esplendor" por Samhara, lo encuentran en Amazon.com Resulta Fuerte, Único, es un disparador de Consciencia, y hace bien al alma.
martes, 27 de mayo de 2014
viernes, 23 de mayo de 2014
"REVELACIONES" (Spanish Edition) [Kindle Edition]
RESEÑA
En sus manos tiene un libro apasionante y apasionado escrito con sangre y lágrimas. No es un libro más, trata de lo que descubrí de mis vidas pasadas y su incidencia en mi vida actual. Cada vida descubierta es intensa, emotiva, con más aventuras y lances que una novela.
En sus páginas encontrará también las increíbles historias de las personas que atendí para liberarlas de traumas y cargas negativas de sus vidas anteriores y que en el presente les impedían crecer y disfrutar como merecían. En estas historias encontrará valiosos elementos que usted puede aplicar en su vida personal y enriquecer su presente.
Un escritor y profesor como Vicente Battista, autor de cuentos, novelas, teatro, ensayos - entre otras distinciones - recibió el Premio Casa de las Américas (1967), el premio del Fondo Nacional de las Artes (1967), el Premio Municipal de Literatura (1992) y el Premio Planeta (1995) – hace tiempo leyó el presente libro, y según me dijo, era “Perfecto”.
Estoy segura que la lectura de la presente obra no le dejará indiferente y removerá sus cimientos animándolo a desplegar sus alas y convertirse en ese ser superior al que todos aspiramos.
Desde mi Esencia, muchas bendiciones para usted.
Versión corregida y aumentada.
Amazon.com/Amazon.es
sábado, 17 de mayo de 2014
SUEÑO
Estaba aún en esos momentos, cuando el sueño aún se enreda en los cabellos….
Esos que transforman en cristales nuestros ojos, al viajar de una a otra Dimensión.
Aún suspendida en el éter, con la mente repleta de diálogos y movimiento, de imágenes reales o fortuitas, tantos y tantas, que más tarde me pregunté si lo que sentía era un sueño inmerso en el consciente, o la imaginación navegando lentamente, entre misteriosos ramalazos de luz y sombra.
Pero hubo otras veces, cuando los cuerpos no llegaron a ensamblarse, cuando faltó que se acoplen en armonía, que me incorporé y caminé y actué, sabiendo que una parte – una parte importante – quedó dando batalla en un barco pirata, o cayó seducida ante un extraño que pasaba.
En tales casos si te acontece igual, sugiero procedas sin darle importancia. Ya se reintegrará a su tiempo, cuando finalice el viaje.
Mientras tanto, en este momento sacudo mis cabellos, mientras veo caer frases, letras, colores y odaliscas.
De mi libro: "Patchwork de mini cuentos"
Estaba aún en esos momentos, cuando el sueño aún se enreda en los cabellos….
Esos que transforman en cristales nuestros ojos, al viajar de una a otra Dimensión.
Aún suspendida en el éter, con la mente repleta de diálogos y movimiento, de imágenes reales o fortuitas, tantos y tantas, que más tarde me pregunté si lo que sentía era un sueño inmerso en el consciente, o la imaginación navegando lentamente, entre misteriosos ramalazos de luz y sombra.
Pero hubo otras veces, cuando los cuerpos no llegaron a ensamblarse, cuando faltó que se acoplen en armonía, que me incorporé y caminé y actué, sabiendo que una parte – una parte importante – quedó dando batalla en un barco pirata, o cayó seducida ante un extraño que pasaba.
En tales casos si te acontece igual, sugiero procedas sin darle importancia. Ya se reintegrará a su tiempo, cuando finalice el viaje.
Mientras tanto, en este momento sacudo mis cabellos, mientras veo caer frases, letras, colores y odaliscas.
De mi libro: "Patchwork de mini cuentos"
domingo, 4 de mayo de 2014
“EL CONSULTORIO”
Entro al Consultorio respirando algo rápido, miro el lugar, el mobiliario, sobre todo las sillas; algunas permanecen vacías, como aguardando a los sufridos pacientes. Son de un verde lavado, que no dice nada. Espero que me atienda alguien, no sé, una secretaria… alguien. No viene nadie a mi encuentro, tampoco ubico algún recoveco donde pudiese estar metida. Me siento entonces.
Frente a mí está ubicado un señor que viste de negro. Observo su cara de asceta, bien árida, rigurosa, parece que contuviera el filo de una hoja de afeitar. Lo miro, y algo por dentro se encoge, como una pequeña flor que tenía savia, que alguna vez tuvo vida, mientras ahora yace estrujada, hasta escucho el ruido que hace, al morir estremecida.
Sus ojos no me miran y agradezco tanta suerte, ya que podría jurar que aquello que miren, perece, como si emanaran un frío que congela en el acto. Aprovecho la circunstancia, para fijarme un poco más en él y noto que su cara tiene la misma coloración de las sillas, un ramalazo verde cruza su rostro en diagonal. La tiene marcada de surcos tan hondos, tan abismales, que de seguro si uno tira una moneda a alguno de ellos, no oirá jamás el ruido al caer.
En ese momento, llega hasta mí una joven que parece ser la secretaria del lugar. Tiene en sus manos una agenda y una lapicera. Pregunta con voz casi inaudible mi nombre. Se lo digo, y aparece una débil semi-sonrisa al constatar que estoy anotada. Acerca su cara, para saludarme con un beso que resulta impalpable. Cualquiera que la vea, podría decir que también es insípida e inodora. Lo de incolora está a la vista. Se aleja con pasos menudos como saltando, casi ingrávida, y en un instante parece desaparecer en el aire ¿...?
Como da la impresión que tengo para rato, me entretengo observando a las demás personas.
El hombre a mi derecha, silla de por medio, es por completo diferente al primero.
Corpulento, seboso y ceroso. Muestra protuberancias en su rostro, como montículos de grasa sin utilidad alguna, salvo el despertar asombro y unas ganas salvajes de desparramarlos de forma más armoniosa. Esparcirlos, amasarlos, aplastarlos, como si fueran de arcilla, lo que sea, pero que quede todo más parejo. Eso me doy cuenta, mirando sólo por el rabillo de mi ojo derecho por supuesto. Se pone a hablar con una señora frente a él, y noto que sus mofletes se mueven al hacerlo. Corren de Este a Oeste, movidos por un viento interno. El resultado no deja de ser gracioso. Es la cara de un hombre mayor, con mejillas movedizas, saltarinas, que semejan tener vida propia e independiente. Aunque en un momento dado que se volvió hacia mí, me di cuenta que de frente, inquietan con pensamientos de cierta lascivia, porque semejan una vulva.
Rápidamente vuelvo mi cara hacia el frente. Ya no está el hombre verdiseco. El asiento de la silla que lo sostuvo, despide una sensación de aridez, quedó estéril a mi entender. Ningún microbio, ni bacteria, podrá a partir del momento en que se sentó, tener vida.
Suena el timbre y aparece de la nada, como flotando, la secretaria. Abre la puerta o se abre sola, no sé bien, y veo a un señor con el cuerpo tan encorvado, que semeja una U puesta al revés. Para hablar con él, la joven mira hacia el suelo. El hombre tiene un rostro largo, tanto, que veo cómo con la barbilla, levanta nubes diminutas y polvorientas de la alfombra. Luego se sienta atrás, fuera de mi vista.
De pronto se escucha un estruendo terrible, un grito, quejidos, y se abre la puerta del Consultorio de golpe, saliendo como una exhalación el hombre enjuto, que casi de inmediato desaparece.
Apoyándose en el marco, aparece el Odontólogo temblequeando, vestido con un delantal semejante al de un matarife, gris, con manchas rojas. De su mano izquierda, cuelga con impericia, lo que parece un peligroso y enorme torno, aún zumbando. Está muy pálido, empapado de transpiración. Trata de hablar pero no le sale sonido alguno. ¡Es idéntico a Mr. Bean! ese personaje tan simpático del Reino Unido. Pero ¿acaso es éste el dentista que me toca? Noto que me señala con un dedo que sufrió un impresionante tarascón, dado por el anterior paciente sin duda, y cuelga a media asta. Ese dedo me señala como si fuera el brazo de la Justicia Divina, acusándome de todos los pecados cometidos por mí, desde que era un organismo unicelular hasta la fecha. Me levanto aterrorizada, no puede ser que tal energúmeno, ose realizar algún trabajo dental en mi boca. Llego hasta la puerta, olfateo como perro de presa el miedo de él, mayor aún que el mío, y echo un vistazo rápido por dentro. La silla dental con todos los instrumentos de tortura, está volcada. Un chorro de agua sale todo el tiempo hacia el aire, empapando todo. Encima de la mesa, bien a su alcance, hay un: “Manual para lograr ser Dentista en Diez lecciones” Primeros pasos, etcétera.
Seguramente mi boca se abrió sola en una O gigante, producto del asombro ante tanta improvisación, lo cual aprovechó el “Profesional” con sus ojos bizcos, para intentar enchufarme el torno a diestra y siniestra, sin interesarle demasiado cuál era el diminuto problema que me llevaba hasta ahí.
¡Salí como flecha de tal pesadilla! Tan veloz que dice la leyenda, pareció un tornado!
¡Se levantó una nube de tormenta pocas veces vista, arrasando con todo! Con semejante torbellino, se quebraron todos los vidrios, volaron sillas con pacientes incluidos, la mesa, la secretaria, el Manual, y hasta el torno quedó dando vueltas como una calesita.
Mi primer cuento de cierto humor negro. Figura en: "Las locas, locas aventuras de la Señora D" - Amazon.com/Amazon.es
Delia
Entro al Consultorio respirando algo rápido, miro el lugar, el mobiliario, sobre todo las sillas; algunas permanecen vacías, como aguardando a los sufridos pacientes. Son de un verde lavado, que no dice nada. Espero que me atienda alguien, no sé, una secretaria… alguien. No viene nadie a mi encuentro, tampoco ubico algún recoveco donde pudiese estar metida. Me siento entonces.
Frente a mí está ubicado un señor que viste de negro. Observo su cara de asceta, bien árida, rigurosa, parece que contuviera el filo de una hoja de afeitar. Lo miro, y algo por dentro se encoge, como una pequeña flor que tenía savia, que alguna vez tuvo vida, mientras ahora yace estrujada, hasta escucho el ruido que hace, al morir estremecida.
Sus ojos no me miran y agradezco tanta suerte, ya que podría jurar que aquello que miren, perece, como si emanaran un frío que congela en el acto. Aprovecho la circunstancia, para fijarme un poco más en él y noto que su cara tiene la misma coloración de las sillas, un ramalazo verde cruza su rostro en diagonal. La tiene marcada de surcos tan hondos, tan abismales, que de seguro si uno tira una moneda a alguno de ellos, no oirá jamás el ruido al caer.
En ese momento, llega hasta mí una joven que parece ser la secretaria del lugar. Tiene en sus manos una agenda y una lapicera. Pregunta con voz casi inaudible mi nombre. Se lo digo, y aparece una débil semi-sonrisa al constatar que estoy anotada. Acerca su cara, para saludarme con un beso que resulta impalpable. Cualquiera que la vea, podría decir que también es insípida e inodora. Lo de incolora está a la vista. Se aleja con pasos menudos como saltando, casi ingrávida, y en un instante parece desaparecer en el aire ¿...?
Como da la impresión que tengo para rato, me entretengo observando a las demás personas.
El hombre a mi derecha, silla de por medio, es por completo diferente al primero.
Corpulento, seboso y ceroso. Muestra protuberancias en su rostro, como montículos de grasa sin utilidad alguna, salvo el despertar asombro y unas ganas salvajes de desparramarlos de forma más armoniosa. Esparcirlos, amasarlos, aplastarlos, como si fueran de arcilla, lo que sea, pero que quede todo más parejo. Eso me doy cuenta, mirando sólo por el rabillo de mi ojo derecho por supuesto. Se pone a hablar con una señora frente a él, y noto que sus mofletes se mueven al hacerlo. Corren de Este a Oeste, movidos por un viento interno. El resultado no deja de ser gracioso. Es la cara de un hombre mayor, con mejillas movedizas, saltarinas, que semejan tener vida propia e independiente. Aunque en un momento dado que se volvió hacia mí, me di cuenta que de frente, inquietan con pensamientos de cierta lascivia, porque semejan una vulva.
Rápidamente vuelvo mi cara hacia el frente. Ya no está el hombre verdiseco. El asiento de la silla que lo sostuvo, despide una sensación de aridez, quedó estéril a mi entender. Ningún microbio, ni bacteria, podrá a partir del momento en que se sentó, tener vida.
Suena el timbre y aparece de la nada, como flotando, la secretaria. Abre la puerta o se abre sola, no sé bien, y veo a un señor con el cuerpo tan encorvado, que semeja una U puesta al revés. Para hablar con él, la joven mira hacia el suelo. El hombre tiene un rostro largo, tanto, que veo cómo con la barbilla, levanta nubes diminutas y polvorientas de la alfombra. Luego se sienta atrás, fuera de mi vista.
De pronto se escucha un estruendo terrible, un grito, quejidos, y se abre la puerta del Consultorio de golpe, saliendo como una exhalación el hombre enjuto, que casi de inmediato desaparece.
Apoyándose en el marco, aparece el Odontólogo temblequeando, vestido con un delantal semejante al de un matarife, gris, con manchas rojas. De su mano izquierda, cuelga con impericia, lo que parece un peligroso y enorme torno, aún zumbando. Está muy pálido, empapado de transpiración. Trata de hablar pero no le sale sonido alguno. ¡Es idéntico a Mr. Bean! ese personaje tan simpático del Reino Unido. Pero ¿acaso es éste el dentista que me toca? Noto que me señala con un dedo que sufrió un impresionante tarascón, dado por el anterior paciente sin duda, y cuelga a media asta. Ese dedo me señala como si fuera el brazo de la Justicia Divina, acusándome de todos los pecados cometidos por mí, desde que era un organismo unicelular hasta la fecha. Me levanto aterrorizada, no puede ser que tal energúmeno, ose realizar algún trabajo dental en mi boca. Llego hasta la puerta, olfateo como perro de presa el miedo de él, mayor aún que el mío, y echo un vistazo rápido por dentro. La silla dental con todos los instrumentos de tortura, está volcada. Un chorro de agua sale todo el tiempo hacia el aire, empapando todo. Encima de la mesa, bien a su alcance, hay un: “Manual para lograr ser Dentista en Diez lecciones” Primeros pasos, etcétera.
Seguramente mi boca se abrió sola en una O gigante, producto del asombro ante tanta improvisación, lo cual aprovechó el “Profesional” con sus ojos bizcos, para intentar enchufarme el torno a diestra y siniestra, sin interesarle demasiado cuál era el diminuto problema que me llevaba hasta ahí.
¡Salí como flecha de tal pesadilla! Tan veloz que dice la leyenda, pareció un tornado!
¡Se levantó una nube de tormenta pocas veces vista, arrasando con todo! Con semejante torbellino, se quebraron todos los vidrios, volaron sillas con pacientes incluidos, la mesa, la secretaria, el Manual, y hasta el torno quedó dando vueltas como una calesita.
Mi primer cuento de cierto humor negro. Figura en: "Las locas, locas aventuras de la Señora D" - Amazon.com/Amazon.es
Delia
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Un saludo,
Claire
Te agradezco el concepto.
Un abrazo.
Besos