domingo, 10 de agosto de 2014

"NO JUZGAR POR LAS APARIENCIAS"




Fácilmente podría decirse de Enriqueta, que pasaba por la vida casi desapercibida, a juzgar por el agónico caminar de su figura desvaída, sin rumbo ni energía. Siempre mirando hacia abajo, plena de timidez, como queriendo lograr que las personas no la tomaran en cuenta, y ocultar su misma razón de ser. 
Era una mujer de mediana edad, con el cabello lacio pegado al cráneo, anodina, de facciones aguadas. La pálida cara donde cejas, pestañas y cabello mostraban el mismo tono descolorido. Lo único destacable a fuer de ser sinceros, eran sus orejas que escapaban en ocasiones del pelo chato. 
Si alguien le dirigía la palabra, contestaba con un hilo de voz, tan quedo, que su interlocutor debía acercarse considerablemente para poder escucharla. 

Sólo quienes la conocían estaban enterados de su vida secreta, de la asombrosa cantidad de amantes que peleaban por alcanzar el próximo puesto en su corazón. Sí, no ha sido una equivocación, la palabra es: amantes.

Se la veía tan desmadejada y sin vida propia...¿cómo era eso posible?, ¿a qué artilugios atribuir tantas conquistas varoniles? En resumen: ¿cuál era el íntimo arcano de su éxito, dónde guardaba Enriqueta su magia? 

Ella, pasaba por ser insignificante, una mujer común y corriente, menos aún, las mujeres comunes y corrientes, tienen una belleza que hay que saber descubrir, y por más vueltas que se le diera era imposible advertir la menor señal de ella. 

Pero entonces, claro..., eran sus cuadros!!!

Enriqueta pintaba magníficamente, exponía al mundo casi sus mismas entrañas. Esos cuadros eran todos, desnudos de mujeres. Sentadas, acostadas, de espaldas y frente, de costado o agachadas, pero siempre desnudas. A veces cubiertas con velos translúcidos a fin de no encandilar con el brillo de sus cuerpos, y poder llegar la perfección de la piel con mayor suavidad a los ojos hambrientos de los mortales.

Eran magníficas hembras, con todo el potencial erótico disponible a la vista. Mujeres que parecían no caber en el marco de las pinturas, con unas caderas y pechos bien proporcionados, pero monumentales, cuerpos que parecían tener tres dimensiones, sobresaliendo de los lienzos. Eran figuras rotundas, contundentes, con el Eros a flor de las pieles mórbidas. En ocasiones, cerraban pudorosas los muslos pesados para resguardar el profundo tesoro, o dejaban entrever hasta la puerta misma, su secreto. Esas mujeres parecían emanar fragancia a océanos y caracolas marinas. Las pieles suaves, trabajadas pincelada a pincelada, sensual y concienzudamente, con óleos y aceites - bien oscuras y lustrosas, en ocasiones marfileñas o ambarinas - siempre cremosas, casi dejaban percibir el pulso vital latiendo debajo, en las venas exquisitamente dibujadas, en los pezones ávidos de una boca ansiosa, en la mirada entrecerrada, bien de trasnoche, ésa que deja escapar chispazos misteriosos sobre prohibidas ojeras. Y al mismo tiempo, los gestos de esas mujeres guardaban una gracia, un aura de tan deliciosa femineidad...

Quienes se detenían hipnotizados frente a los cuadros, admiraban las bocas suaves y turgentes de labios rojos, que parecían poder posarse con placer, donde fuera que el instinto los guiara. Esas mujeres voluptuosas, se deslizaban y acariciaban solas de forma exquisita, también parecían disfrutar juntas los placeres de alguna isla griega. A veces se situaban en plena Naturaleza, otras, en mullidos sofás, también en camas inmensas, quizás frente al fuego encendido, o instaladas en un taburete del tocador con su espejo, para comenzar su diario ritual de belleza. Sus mujeres se bañaban con manos sabias, delicadamente sutiles, y tenían tanta vida, que parecían hablar con una voz dulce como un murmullo, mientras sus largas melenas de leona tocaban el piso. Esas mujeres, con seguridad, se ponían perfume en lugares insospechados, conocían todas las artes amatorias de Oriente y Occidente, y eran capaces de gozar y hacer gozar, como pocas. 

Todo eso y más, destilaban - asombrando - las maravillosas pinturas de Enriqueta.

¿Qué importancia tenía entonces para el hombre experto y avezado, su físico? 

                                                          *****



Pintura de Patricia Watwood
De "Selección de cuentos y mini cuentos" 


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1 comentario:

  1. Asombroso tu texto. Desvela singularidades en el personaje de Enriqueta, una mujer anodina casi vulgar. Creo que todos tenemos secretos inconfesables, como es en este caso. Disfruté de la lectura, del cuadro ¡todo me parece magnífico! Seguiré poco a poco este blog.

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